MOTIVACIÓN: EL MOTOR DE LA PERSONALIDAD

Ciertamente la palabra motivación se ha vuelto una palabra muy prominente en la psicología de la humanidad post-industrial, pero ¿qué es realmente la motivación? ¿qué sabemos de ella? Si buscas la palabra en Google, todas las descripciones que encontrarás –incluyendo la del Diccionario Oxford– claramente se inclinan hacia los viejos constructos de 7 centros, los cuales están enraizados en la naturaleza de los Manfestadores y en la mente estratégica que se ha desarrollado como consecuencia de que los Manifestadores hayan sido el tipo que llevó la delantera desde el comienzo de nuestra historia colectiva, usando la mente racional para definir la acción más segura en la mejora de nuestra capacidad de sobrevivir como especie en el mundo material.

Sin duda, seguridad y supervivencia son dos funciones muy importantes en la vida humana y también son las razones que esperamos que cualquier personalidad “madura” se tome muy en serio, tan en serio que acaben determinando completamente el modo en el que van a pensarlo todo antes de elegir cómo actuar. El mismo concepto de la “elección” tiene sus raíces en la habilidad que la mente racional tiene para especular con las opciones de las acciones viables que es capaz de reconocer en cualquier circunstancia. Si uno “elige” sus acciones correctamente, las consecuencias que se materializan van a tener un efecto gratificante en la propia vida individual. Por el contrario, si uno no elige apropiadamente, las consecuencias que se materializarán tendrán un severo efecto en la propia vida individual.

No elegir no es una opción. En la mayoría de los casos, esta es una carga en el potencial de la personalidad humana que , desde 1781, ha comenzado a descubrir el nivel de neurosis en el que ha estado viviendo la mayor parte de su historia evolutiva. Cuando la personalidad se hace responsable de la calidad de vida de su vehículo –el cuerpo– el éxito o el fracaso de las elecciones que hace sólo alimentan la vanidad de la personalidad, en cuanto a su potencial de tener conciencia de sí misma. Esto es algo que Salomón y sabía hace mucho tiempo y, sin embargo, aquí estamos, bien entrado el Siglo XXI y aún pensando que la fuerza de la motivación ha de impulsarnos hacia algún tipo de mejora en la calidad de nuestras vidas materiales.

Todos los seres humanos tienen una mente pero no todos tienen una personalidad. A pesar del hecho de que, en esta percepción homogeneizada y distorsionada, para el no ser todo es lo mismo, donde la mente está orientada hacia la medición de los estímulos humanos externos y las condiciones materiales en el entorno, la personalidad humana es la consistencia en la percepción de “QUIEN CREO QUE SOY”, lo cual es la calidad de ser en la que no hay nada en lo que convertirse y todo lo que importa se realiza inevitablemente en el proceso de l desarrollo personal a través de los ciclos de experiencia porque no está predeterminado por ninguna fuerza externa. Sino exclusivamente a través de los funcionamientos internos de nuestra arquitectura cognitiva individual.

Al menos así era en el momento en que llegamos al mundo, pero el condicionamiento humano asesina todo lo que tiene sus raíces en las leyes de la naturaleza porque, como especie, somos los reyes absolutos de la artificialidad. A través de las dinámicas del pequeño grupo (PENTA = roles y reglas en el constructo de la familia) y el grupo grande (WA = roles y reglas en la escuela y en la sociedad), el humano recién nacido está bajo creciente presión para “armonizar” con las fuerzas de las que depende y que tienen el poder de determinar y controlar su entorno.

Verás, desde la perspectiva homogeneizada de la mente del no ser –alimentada por el impulso del grupo social para demostrar su capacidad competitiva de supervivencia– el trasfondo del modo en el que medimos nuestro propio valor humano comparándonos con el valor que vemos en otros, sólo hay dos tipos de seres humanos: ganadores y perdedores. Esta es una división jerárquica básica y está en el núcleo del sistema educativo de todas las culturas humanas, las que invariablemente motivan a sus individuos a aprender tan pronto como sea posible lo necesario para ser uno de los “ganadores” e intentar evitar por todos los medios convertirse en uno de los “perdedores”.

Es así que día tras día, los niños inocentemente aprenden a tomar ejemplos homogeneizados de lo que los distingue a uno del otro, recibiendo premio y castigo según cuál de los dos modelos parecen estar representando con su comportamiento “adecuado” o “inadecuado”. Los niños crecen motivados para convertirse en algo que no son, motivados para convertirse en alguien cuyo comportamiento se parece al de los ejemplos que le fueron dados. Todo aquello que viene desde adentro de su propia naturaleza no sólo es sistemáticamente ignorado, sino que se convierte en un problema en la personalidad del niño en la medida en que interfiere con su capacidad de “encajar” en armonía con su grupo.

Dado que durante la infancia es muy difícil para la personalidad humana aguantarse por su propio pie en su verdad individual, aprendemos que armonizar con el grupo humano es lo único que puede garantizar nuestro desarrollo y supervivencia. Es decir, aprendemos a usar nuestra mente para asegurarnos de que el grupo con el que nos identificamos reconoce el valor material de nuestra presencia física y nuestra contribución y aprendemos a hacer todo lo que está a nuestro alcance para evitar el castigo y la penalización de cualquier tipo a cualquier costo. Es así como todos perdimos nuestra conexión con nuestro propio espíritu como muy tarde a la edad de siete. Es doloroso ver a los niños reproduciendo esta motivación homogeneizada de convertirse en “ganadores” y evitar ser “perdedores” en su imagen incompleta del mundo, porque en su espíritu ya podemos reconocer y predecir en gran medida qué es lo que les traerá sufrimiento en sus vidas a medida que vayan haciéndose mayores.
Verás, motivada para ser un ganador y con miedo a perder, la atención de la personalidad se aleja de sí misma y se convierte en una personalidad orientada hacia el objetivo a través de lo que llamamos “transferencia”, que es el modo en que la mente del no ser está motivada para impulsarnos a convertirnos en lo que no somos. Pero ¿qué sería la motivación si nuestra personalidad no se distrajera de ella para ser forzada a identificarse con lo que no viene naturalmente hacia nosotros?

Bien, esto es lo que intentaré explicar en la conferencia de tres horas de duración que daré en Kiev, Ucrania el martes 24 de marzo de 2020 a las 17:00 h (hora local en España. 16:00 h UTC). La conferencia estará dividida en dos partes con un pequeño descanso entre ambas. En la primera parte explicaré las mecánicas del modo en que la homogeneización de la motivación humana es y ha sido siempre la punta de lanza de nuestro propósito y evolución como especie. No hay vergüenza, no hay culpa. En la segunda parte presentaré el potencial para el propósito de la conciencia única y diferenciada que es posible para cada uno de nosotros, cuando las fuerzas motivaciones operan correctamente como legítimo motor de nuestra psique individual.

Presentaré las seis variaciones mecánicas dependiendo del tío de personalidad (la combinación del perfil con el color) y también explicaré la dualidad que emerge de ellas. Ilustraré el modo en que el tema del propósito individual va a ser percibido y procesado a través del “Yo soy” consciente como manifestación de la rabia, la frustración, la amargura y la decepción homogeneizadas, o cómo podría también llevar a una conciencia diferenciada de uno mismo que se realiza absolutamente con la existencia que le ha sido dada al nacer a la que se despierta cada día de su vida.

Acompáñame en esta conferencia que he estado planificando durante mucho tiempo. La motivación es el leitmotiv del potencial increíble que existe dentro de cada personalidad humana y está en el núcleo de la forma en que procesamos nuestra consciencia. Entender estas mecánicas básicas ayudará a todos a entender mejor la mente como lo que es; un mecanismo más y cuando tienes las claves para reconocer cómo operan en ti, entonces sabes qué buscar en el movimiento direcciones de cualquiera de tus pensamientos y, lo que es aún más importante, el movimiento direcciones del lenguaje que utilizas para expresarte.

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