El llamado ‘Cuarto de la Civilización’ es la zona del Mandala en la que tenemos 16 puertas cuyo propósito sólo puede realizarse cuando se materializa en alguna FORMA. En ninguna otra parte como aquí podemos ver las mecánicas del ‘principio de la forma’ en funcionamiento, sólo que su propósito raramente se realiza en la forma única de cada individuo que haya nacido jamás, sino que su propósito sufre una profunda deshumanización y está encadenado a un montón de ‘roles y reglas’ homogéneas, que están diseñadas para proveer el ‘pegamento’ para que la identificación entre los diferentes miembros del grupo pueda asegurar su continuidad.
Este es el modo en que el programa evolutivo se impone en la vida de los seres humanos, comenzando por el modo en que somos programados en nuestra vida familiar, a lo que sigue el encuentro en la escuela con niños que pertenecen a familias distintas a las nuestras. Más adelante descubriremos que todas las familias están atascadas juntas en el mismo ‘plano del sufrimiento’, y finalmente se nos compele a dedicar toda nuestra vida a intentar crear ‘un mundo mejor’ para la generación siguiente, ja.
Del mismo modo que la inteligencia está sobrevalorada, también lo está el llamado ‘espíritu cívico’ de la humanidad, porque si hay un lugar donde el planeta Tierra se revela como ‘planeta del sufrimiento’ – como lo han llamado los místicos desde siempre – ese lugar es el ‘Cuarto de la Civilización’. Lo único que cambia aquí de una puerta a la siguiente, son las diferencias en los catalizadores para el sufrimiento, sin que parezca haber ninguna forma posible de eludirlo. Todos sufrimos cuando se trata de manifestar el potencial de nuestra forma individual.
La civilización es responsable de todos los niveles de desilusión que podamos encontrar en los seres humanos, se lo podéis preguntar a cualquier buen Reflector. Es la farsa en la que se representa la supuesta superioridad de la mente sobre el cuerpo sobre una base diaria, en todos los hogares de todas las familias y en todos los países de este mundo. Y no parece que lleve el rumbo de mejorar, ¿o sí?
Este es el lugar en el que la conciencia homogeneizada de los seres humanos es literalmente etiquetada, jerarquizada, enmarcada de honor y empaquetada de orgullo, tal y como marcan los ‘roles y reglas’ representados por todo buen padre y madre en los ejemplos cotidianos que establecen para sus hijos cuando los ven interactuar entre sí y con el resto del mundo.
Los niños no tienen derechos en la civilización, como tampoco los tienen las mujeres. No de verdad. En la mayoría de países, incluidos algunos de los más modernos en el mundo occidental, sus derechos no les aseguran siquiera la soberanía sobre sus propios cuerpos.
No creo que sea preciso que profundice demasiado en cómo la historia de todas las civilizaciones es una historia de violencia y destrucción, sino que preferiría explicar por qué el mundo material de los seres humanos nunca hubiera podido ser demasiado diferente a como es hoy. Es de sentido común que a nadie le habría de importar demasiado la preservación de un mundo que ha sido construido sobre la rabia, frustración, amargura y desilusión de todos los seres humanos que tuvieron que sacrificar el propósito de sus vidas individuales para simplemente sobrevivir en él.
La vida que vivimos forma parte de un programa. La civilización no es otra cosa que la manifestación inevitable de las creencias vanas que la humanidad ha depositado en viejos dogmas. No sólo eso, sino que esos dogmas están basados en órdenes imaginarios cuyo origen se encuentra tan atrás en nuestro pasado que ninguno de nosotros puede saberlo ni recordarlo. El más viejo de nosotros apenas había nacido hace sólo 100 años. ¿Qué sabemos nosotros? Las únicas verdades que conocemos con certeza respecto a la (nuestra) forma son un reflejo distorsionado de nuestros miedos personales, de nuestra ignorancia e inmadurez emocional.
Después de haber satisfecho las demandas de realizar el propósito de la mente, y logramos expandir el horizonte mental que define nuestra individualidad en el ‘Cuarto de la Iniciación’, el programa quiere que materialicemos ese sentido del propósito que portamos en la mente en el mundo concreto de la forma.
Es una de esas ironías que revela claramente que el programa evolutivo nunca pretendió que la humanidad despertara como especie, porque mientras el propósito mental de la iniciación es llevado adelante a través de una dirección colectiva (puerta 13), el propósito de la forma en la civilización es llevado adelante a través de una dirección que es enteramente individual (puerta2). Básicamente, eso es lo mismo que decir que cada generación de seres humanos está diseñada para sufrir intentando vivir sus vidas individuales a través de la perspectiva limitada de los roles homogéneos establecidos por su grupo social en la generación precedente.
Todos los vehículos vienen con su chófer, y cada vida humana que nace al mundo de la forma es un viaje hacia una muerta segura, no importa lo cauteloso que uno pudiera ser al respecto. La puerta 2 es la puerta del chófer, es cierto, pero es también el núcleo de las dinámicas de grupo en el Penta, y la puerta 8 es su cerradura en el mundo de la forma. Juntas conducen el proceso de todo lo que aprendemos acerca del mundo de la forma en el ámbito protegido de la familia durante los primeros siete años de vida. Aquí es donde los niños aprenden a identificarse con el mundo que les resulta familiar a medida que van creciendo, y aprenden a imitar y proyectar los miedos de sus familias sobre las formas que son diferentes a aquellas a las que crecieron acostumbrados en la limitación de su perspectiva.
A través del conjunto de cuatro puertas que da comienzo a este cuarto (puertas 2, 23, 8 y 20), la civilización desarrolla y potencia su piedra angular más fundacional con cada generación nueva; la familia como institución, y como mínima célula social en la que todos los individuos tienen que aprender a encajar con el grupo social más pequeño.
Sólo al llegar al segundo bloque de 4 puertas (16, 35, 45 y 12) donde la especie humana ha adquirido la capacidad de tratar creativamente en la interacción con fuerzas que son diferentes a las ‘propias’. Dicho de otro modo, la posibilidad de explorar el potencial de expandirse materialmente más allá de las fronteras conocidas del mundo que nos resulta familiar porque nacimos formando parte de él, y de hacerlo tanto a través de la organización de las fuerzas militares del imperialismo como a través de la organización del poder de las grandes corporaciones del capitalismo.
Estas cuatro puertas son las que han llevado adelante la expansión material a través de las dinámicas sociales del tipo Manifestador hasta el año 1781. Desde entonces lo único que ha ido en aumento es el estancamiento evolutivo de nuestra especie, que se ha dividido en aquellos pocos que de un modo u otro han tenido la buena fortuna de abrazar la mutación del Plexo Solar que tenemos en marcha, y aquellos que simplemente sufren diariamente debido a la peor de las manifestaciones en los extremos materiales en base a los que la humanidad se organiza; los que ‘tienen’ y los que ‘no tienen’.
Estas primeras ocho puertas son las responsables más directas de que la espíritu de la civilización se haya ‘perdido’ en la distorsión materialista del mundo, mucho antes de poder encontrarse con las verdaderas cualidades anti-mundanas del amor a la humanidad que nos ofrece la puerta 15. Ahora seguimos teniendo los mismos problemas que ya tenían quienes dependían exclusivamente de la fe, sólo que ahora ya no disponemos de un dios o una ideología a la que poder aferrarnos, y en la quepoder creer otorgándole un valor absoluto.
Si ya hace más de 2000 años Lao-tse pudo sentir que la humanidad estaba perdiendo su conexión con el orden natural, el matrimonio entre el capitalismo y la ciencia – traído por el impacto de la revolución industrial – no sólo ha estancado la rueda evolutiva de la conciencia humana en el nivel de la supervivencia material, sino que le ha otorgado el poder a las grandes corporaciones multinacionales para determinar la política de prácticamente todos los gobiernos del mundo.
Llegado a este punto, está claro para mí que estoy describiendo una situación que en términos evolutivos representa un callejón sin salida, en el que como especie la humanidad no tiene otra elección que permanecer bloqueada en el mundo material de la especulación mental estratégica, perdida para siempre en los miedos más primales a la supervivencia.
Y es que, si el programa evolutivo quisiera que la humanidad despertara y fuera más consciente, lo habría hecho usando el próximo grupo de 4 puertas para profundizar en los principios de la forma y lograr encontrar un ‘nuevo’ acercamiento que nos trajera mayor equilibrio a los extremos que se reflejan en la imagen anterior. De hecho, como consecuencia de la mutación de 9 centros que tenemos en marcha, algunos de los mejores aspectos del espíritu humano los podemos encontrar en estas 4 puertas (15, 52, 39 & 53), que se desentienden del centro de la Garganta y de su enfoque sobre objetivos, logros y resultados.
Todo un nuevo mundo podría haber emergido aquí si las mujeres no hubieran subyugado su poder YIN hace más de 2000 años al espíritu monoteísta de los poderes masculinos que han dado forma a nuestras familias y sociedades hasta el día de hoy. En lugar de un mundo de empatía ente iguales. hemos creado uno en el que aprendemos a identificarnos con los colores de nuestro grupo social y con los símbolos de nuestro estatus material. En lugar de tratar sabiamente con las presiones eternas a las que nos somete la vida misma, hemos simplemente acelerado nuestro proceso y crecemos acostumbrados a vivir ‘de prisa’.
Pincha sobre el enlace que hay al final de este párrafo y echa una ojeada a un video del metropolitano en Shanghai a las 07:00 de la mañana en un día laboral cualquiera, y constata el modo en que nos damos a nosotros mismos el mismo horrible tratamiento que el que otorgamos al resto de las especies de las que nos alimentamos. La maquinaria de la producción en masa ha crecido hasta niveles de sofisticación tan altos que han desembocado en una total deshumanización de nuestra especie. (https://www.youtube.com/watch?v=xG-meaGqg-M)
Bueno, desde aquí no hay más que un camino que nos devuelva al centro de la Garganta en el próximo y último grupo de 4 puertas (62, 56, 31 & 33). Es decir, que pasamos al pensamiento de masas y a la perpetuación de los falsos modelos de roles en el nombre de la corrección política y del progreso material.
Sólo con considerar cuáles son las 4 puertas armónicas de este último grupo, nos encontramos con opiniones (puerta 17) e ideas (puerta 11) excusando y justificando el inmovilismo de los mismos viejos roles colectivos (puertas 7 y 13) que nos han llevado al desastre evolutivo en el que nos encontramos como especie.
Creo haber dejado claro desde el comienzo que no era mi intención pintar una imagen dulce y romántica de la civilización, pero ¿quién esperaría algo así de alguien que ama la diferenciación humana? Comoquiera, esto no quiere decir que yo no ame ser parte de la humanidad, o que no sepa apreciar e incluso disfrutar de muchos de sus impresionantes logros en el plano material de nuestras vidas.
Pero sí que significa que, a medida que mis expectativas de que este mundo material se desarrollara, y llegara a ser mejor de lo que siempre ha sido, han ido descendiendo lenta pero inexorablemente hasta llegar a cero, mi capacidad para valorar el mundo de la forma tal y como es, y regocijarme en lo más valioso de cuanto tiene para ofrecerme – mi propia forma como medio para la experiencia personal – se ha incrementado proporcionalmente.
Es el más grande de todos los chistes, que la única forma que nunca podemos contemplar de manera objetiva sea la nuestra.
Eso es lo que dificulta tanto apreciar el valor de disponer de una forma propia. Sólo cuando has vivido el tiempo suficiente en concordancia con tu estrategia y autoridad interna que te identificas tan profundamente con la frecuencia única de tu propia forma que de hecho te conviertes en ella con todo tu ser.
Este es el momento en que tu mente se ve liberada de la carga del sufrimiento que supone haber nacido y vivir atrapado en el plano material de la existencia, y te despiertas cada día en un mundo que es solamente ‘tuyo’, donde todo lo que forma parte de tu vida personal no es otra cosa que el reflejo de tu propio espíritu y del modo en que lo proyectas sobre el mundo que ves con cada aliento que tomas.
Alokanand Díaz