En el movimiento alrededor del Mandala del Rave nos encontramos con el Cuarto de Iniciación y el Cuarto de la Civilización antes de llegar al Cuarto de la Dualidad. En el Cuarto de la Iniciación es el cuarto de la mente humana, y aquí el empoderamiento potencial de la conciencia individual depende enteramente de la realización del propósito de sus 16 puertas a través de la expansión del propio horizonte mental. Del mismo modo, el Cuarto de la Civilización es el de la forma pura, donde la realización del propósito de sus 16 puertas depende de la capacidad potencial de cada individuo de alinear su propia forma con la forma del mundo.
En la práctica esto se traduce en que todo aquello que no está correctamente integrado en la mente del ser humano y/o en la conciencia individual que tiene de la propia forma, se convierte naturalmente un conflicto humano que permanece ‘oculto’ en la sombra a través de la cual proyecta los condicionamientos de sus miedos mentales. Sin embargo, no importa lo oculto que este conflicto esté para la percepción subjetiva que la personalidad humana tiene de sí misma, será invariablemente reconocido y reflejado por aquellos seres humanos con los que interactúa directamente en el establecimiento de relaciones personales. Es así como funciona el flujo de la consciencia cuando nos reunimos con otro ser humano en el aura, y es así también como podemos utilizar la interacción que mantenemos con otros seres humanos como una oportunidad para desarrollar la conciencia individual necesaria para poder reconocernos en quienquiera que nos haga de espejo. Este parece ser el único modo de encontrar en nuestro propio fuero interno ese lugar estacionario de alineamiento con nuestra propia forma de ser que nos permite interactuar con el mundo que tenemos a nuestro alrededor sin atascarnos en la lucha con las resistencias que topamos en los demás.
El de la Dualidad es sin ninguna duda el más difícil de aprehender de los cuatro cuartos que componen el Mandala del Rave, y por más de un motivo. Considerando el modo en que la mente del No-Ser está programada para especular con todas las opciones que conoce antes de elegir mentalmente la que parece más conveniente para avanzar en su interminable búsqueda de singularidad – llámale Dios, llámale el ‘Bien’, llámalo cualquier forma de absoluto que quieras – el Cuarto de la Dualidad alberga en su potencial intrínseco todo aquello que es frustrante y confuso para la mente humana, porque no permite a nadie sacar ninguna conclusión mental sin que con el tiempo esa misma conclusión acabe por convertirse en el combustible de otras ansiedades todavía mayores.
Ay, la Dualidad, pareciera ser la fuente de todos los males como nos dejó dicho Jean Paul Sartre: “El Otro es el Infierno”, pero lo que realmente quería decir, si realmente era tan inteligente como su reputación sugiere, es que el ‘otro’ es el espejo en que todos vemos, sin necesariamente reconocerlo de manera objetiva, la imagen distorsionada de nuestro propio ‘cielo’ y de nuestro ‘infierno’ también.
Cuando nos vinculamos a otro ser humano, se establece una conexión emocional que nos hace sentirnos ligados con el proceso del otro a través de la fluctuación de los altibajos de la ola de energía emocional que potencian tanto el espíritu de la unión como el de la separación, más allá de nuestra capacidad de controlarlos. En nuestra búsqueda común de la unión como absoluto, la separación no se nos antoja como una contrapartida al potencial de la unidad homogénea, sino que nos parece más bien una negación de la unión que estábamos buscando con el otro. De manera similar, si tu mente elige permanecer separada, entonces la posibilidad de la unión será percibida como una dependencia potencial que podría representar algún tipo de amenaza o restricción para tu libertad.
Todo lo que tienes que hacer es echar una ojeada a la configuración de los tres canales que se definen al trasladar las 16 puertas del Cuarto de la Dualidad al cuerpo gráfico del Rave. El espacio tan amplio que queda en blanco entre la definición de los dos centros mentales y la poderosa definición del Centro Sacral ligado a la identidad y a las emociones crea una tensión psicológica implícita y continua de contradicciones irresolubles entre la razón y la pasión que se reflejan en todas y cada una de nuestras relaciones en mayor o menor medida.
La razón de esto es que a pesar de las promesas luminosas acerca de la vida que encontramos en los cuartos de Iniciación y Civilización, la vida parece comporta como una bruja retorcida cuando se nos revela en el Cuarto de la Dualidad. No importa el grado de afinidad que exista entre dos seres humanos cualesquiera, ambos van a descubrir siempre de manera muy rápida que el otro tiene su propio modo de pensar y de ver las cosas, lo cual significa que la manera en que cada uno de ellos experimenta el amor y expresa su verdad no puede ser nunca igual al del otro, y esta es precisamente la clave fundamental para poder encontrar equilibrio en la Dualidad y en la gestión de todos los dilemas que surgen debido a sus procesos intrínsecos, tal y como se manifiestan a través de las 16 puertas que conforman este cuarto del Mandala.
Comentaré solamente los más elementales, y lo hare comenzando por la puerta 7 – El Ejército – que está al comienzo mismo del Cuarto de la Dualidad y que es la que le confiere su orientación más básica. Esta puerta representa un aspecto de la identidad colectiva que, para bien y para mal, compartimos con todos los seres humanos, porque es a través de ella que el Ser proyecta su rol en la interacción con los demás. Debido a que se trata de la única puerta del rol humano que existe en el circuito del entendimiento – a través del cual nos proyectamos hacia el futuro – esta forma de identidad humana tiende a ser considerada progresista y a ser vista por otros como ejemplo de sofisticación social y desapego de las restricciones derivadas de la moralidad del pasado, pero la realidad es que todo su entendimiento puede estar enraizado en algo tan arcaicamente primitivo como la división de la humanidad en diferencias de género. De ahí que lo que es percibido como ‘buen’ comportamiento en un hombre puede ser percibido como ‘mal’ comportamiento para cualquier mujer. No hay duda de que esta es la causa de la mayor parte del resentimiento que hay en la raíz de la incapacidad que tienen los hombres y las mujeres para comunicar entre ellos como ‘iguales’.
Ay, la Dualidad, qué trampa tan seductora crearon nuestros genes para nuestra vanidad humana. Ningún ser humano puede eludir el impacto de las fuerzas que impulsan el programa evolutivo de nuestra especie y el modo en que condiciona e incluso determina nuestra experiencia personal y subjetiva del mundo que percibimos. Las relaciones humanas son simultáneamente objetivas y subjetivas. No podemos ver nunca lo que pasa a través de la pantalla mental de otros seres humanos, y su forma es lo único de ellos que podemos ver de manera más o menos objetiva. Lo mismo les ocurre a ellos en relación a nosotros. Esta limitación cognitiva que el programa evolutivo impuso a todos los miembros de nuestra especie, hace muy difícil para cualquiera de nosotros tener la percepción de ‘tener razón’ sin concluir que el otro tiene por fuerza que estar equivocado. El equilibrio es algo difícil de encontrar cuando se trata de la unicidad de la conciencia.
Ahora bien, desde un punto de vista cognitivo, el truco no puede ser más simple, y son muchos ya los seres humanos que han podido reconocer que esta trampa representa el mayor impedimento para la felicidad humana. Entonces, ¿qué es lo que hace que resulte tan difícil no caer en ella una y otra vez, y otra vez más? Visto desde la superficie, parece obvio que la respuesta a esta pregunta es el sexo, porque la Dualidad es el ámbito natural en el que el imperativo genético que nos compele a reproducirnos campa a sus anchas e impone su poderío homogeneizador a todos los miembros de nuestra especie.
Como individuos, nacemos imbuidos de un genio individual que habita una forma tan única que nos diferencia incluso de nuestros propios hermanos, y esto hace que estemos todos diseñados para resistirnos al proceso homogeneizador que nos van imponiendo con lo que tan mal llamamos ‘educación’. En cualquier caso, se trata obviamente de una fuerza que no solo es mucho más fuerte que la inteligencia individual de nuestra propia forma, sino que es una fuerza que propicia que la mente individual de cada personalidad humana entre en conflicto con la propia forma que habita. Esta fuerza emana del poderío con el que la puerta 6 – El Conflicto – que es una puerta de fricción social, interpreta nuestro sistema emocional y usa su inteligencia para generar tres tipos de frecuencias que operan como ondas o energías emocionales; emoción, sentimiento y sensibilidad.
Esta es una de las 4 puertas de la llamada ‘Cruz del Edén’, y funciona como regulador social a través de un canal que tiene el poder natural de generar tanto ‘calor’ emocional que literalmente funde dos cuerpos y almas en un único flujo emocional, creando así la unión de lo que socialmente llamamos la ‘pareja’. Ningún otro canal tiene el poder para hacer eso. De las 7 puertas que hay en el Centro del Plexo Solar, la puerta 6 es la única que no forma parte del Cuarto de la Iniciación, donde el propósito se realiza a través de la expansión de la conciencia individual en el propio horizonte mental, lo que naturalmente conlleva la separación de nuestra conciencia individual de la de otros como premisa fundamental. Desde la perspectiva del potencial individual de nuestra inteligencia, separarnos de otros es absolutamente ineludible si alguna vez queremos aprender a integrar los altibajos de nuestras emociones individuales con madurez y templanza, pero desde la perspectiva del modo en que la puerta 6 experimenta sus emociones sociales, la separación es algo a lo que nunca le encuentran el sentido, sin importar hasta qué punto la unión pueda estar lastrada de frustraciones personales de todos los colores. Lo más hilarante de todo es que este es el modelo ‘normal’ de estar en una relación para la inmensa mayoría de seres humanos, porque este es el espíritu con el que los seres humanos de 7 centros han tratado siempre con sus emociones, usándolas como un motor que reproduce ciegamente olas de esperanzas homogéneas y reacciones histéricas e inmaduras en la gestión del dolor personal.
Aunque ya no nos resulta tan desconocida como lo era hasta 1781, la naturaleza paradójica de la inteligencia emocional continúa siendo un concepto bastante revolucionario en la actualidad, donde la capacidad de integrar armónicamente dos polos de naturaleza opuesta sigue representando un gran desafío para la mente de la mayoría de seres humanos. Debido a la responsabilidad que tiene la puerta 6 en la gestión reguladora de las ondas que se generan en el Plexo Solar, la separación es percibida como el aborto de algo que debería haber seguido creciendo una vez que nació, y lograr comprender hasta qué punto se trata de un conflicto irresoluble desde una perspectiva analítica y mental es realmente el comienzo de la capacidad de paulatinamente sanar el espíritu que nos impulsa a relacionarnos con aquellos que nos vienen al encuentro, y entre los cuales reconocemos a aquellos que tienen el potencial de fertilizar nuestra vida.
Sentirse vinculado a otros desde la corrección individual no tiene nada que ver con el establecimiento de una simbiosis emocional con alguien con quien se supone que ha de durar para siempre, sino que es una cuestión de estricta sincronización, que es otro de los temas más importantes en las dinámicas tan energéticas y dramáticas que se manifiestan a través de este cuarto. Cuando nos encontramos en sincronía con otros somos libres de las expectativas ciegas y de los sueños inmaduros que alimentan normalmente la agenda mental de los seres humanos, lo cual no solamente elimina las resistencias en aquellos con los que interactuamos, sino que nos predispone para el descubrimiento de los que es posible para cada uno de nosotros cuando no es la mente racional quien lleva las riendas de nuestra vida.
Eliminando nuestras propias expectativas neutralizamos también todos los miedos que las acompañan como una ‘sombra’ (mayormente inconsciente o negada), y es que el miedo está en la raíz misma de todo el proceso de la Dualidad, porque el miedo es algo con lo que todos nos encontramos y conocemos en esta vida como consecuencia de la interacción con algún otro ser humano. No es nada raro temer a aquellos a quienes más amas y de quienes dependes tan profundamente. Esta indefensión vulnerable con la que todos hemos nacido es algo con lo que nunca hemos sabido tratar de manera verdaderamente creativa como miembros de la especie humana, y es también el motivo de que el miedo continúe siendo algo negativo que potencia la violencia, en lugar de saber transformarlo en el combustible necesario para la forja de la conciencia individual que es su propósito más trascendente.
La Puerta 46 – Empujando Hacia Arriba – es la puerta del amor al cuerpo como templo en el cual se experimenta la vida, y es una puerta que divide el Cuarto de la Dualidad en dos mitades de ocho puertas cada una. Todas y cada una de las siete puertas restantes en el Mandala a partir de la puerta 46 son puertas del Centro del Bazo, lo que revela hasta qué punto lo mejor de este cuarto solamente puede emerger cuando el miedo está correctamente integrado como parte de nuestro potencial de desarrollar una conciencia individual. El miedo no es otra cosa que una tensión en el cuerpo que lo hace reaccionar ante algún estímulo externo que es percibido como amenazador para algún aspecto esencial de nuestro ser, y es el amor al cuerpo que habitamos el que nos arrastra a todos en una dirección que empodera la vida a través de la auto-preservación.
Cuando el miedo está correctamente integrado en la gestión que hacemos de nuestra forma, entonces puede dejar de hacer de agente de distorsión para nuestra mente y nuestras emociones, llevándolas a confiar ‘ciegamente’ en aquellos a quienes vemos como si fueran ángeles, y/o a desconfiar de ellos y verlos como demonios potenciales. Como motor de la conciencia individual, la gestión correcta del miedo lo transforma en combustible para nuestra atención continuada a lo que está ocurriendo en el momento presente, lo cual nos ayuda a mantener el equilibrio en todas las circunstancias mientras nos mantenemos erguidos sobre nuestros propios dos pies.
El miedo no es lo mismo que el respeto. Cuando el miedo es ciego reacciona naturalmente con algún grado de agresión interna o externa que fácilmente se convierte en violencia, pero el respeto no reacciona nunca de manera ciega porque el respeto es algo que sentimos primero por nosotros mismos o por nadie más. Es por respeto a nosotros mismos que nos mantenemos alejados de cualquier impulso que suponga una agresión para otros, aunque eso no nos garantice que otros no vayan a demostrar agresividad hacia nosotros. Si lo contemplas con atención al detalle, verás que el Cuarto de la Dualidad solamente incluye dos puertas que forman parte del grupo de circuitos individuales, que es el grupo de circuitos con mayor número de puertas.
Obviamente, en un cuarto que está diseñado para la vinculación fértil de la Dualidad en la forma, la individualidad no podía representar una parte demasiado grande de la naturaleza que impone su programa, pero es extraordinariamente revelador reconocer los valores trascendentes con los que estas dos puertas individuales que están integradas en este cuarto contribuyen al espíritu de los vínculos entre seres humanos. Entre ambas representan el potencial y la posibilidad de la intuición individual (puertas 28 & 57), que son un tema atemporal que conecta a cada individuo existencialmente con los temas de la integración que demandan la supervivencia y el alineamiento entre el espíritu y la propia forma a través del amor a uno mismo y a la verdad individual que encarna.
Las personas que son portadoras de alguna de estas dos puertas en su impronta individual son responsables del mantenimiento del espíritu de auto-potenciación individual que es el propósito primario del vínculo, lo que consiste en algo tan simple como no permitir nunca que el otro sea otra cosa que un espejo en el que se reflejan las cualidades auto-potenciadoras o auto-depotenciadoras que tienes hacia ti mismo y hacia la vida como un todo.
El Cuarto de la Dualidad termina al llegar a la puerta 44 – Ir al Encuentro – que es la posibilidad del mantenimiento de un estado de alerta que reconoce el potencial para el éxito material en aquellos con los que se encuentra. Como puerta que forma parte del diseño de los peces, de los pájaros y de los reptiles, la característica más fundamental de esta puerta es la sangre fría con la que permanece alerta a la posibilidad de la rendición a través de todo lo que le va llegando desde la puerta 26 que está ubicada en el Centro del Corazón. La puerta 26 – La Fuerza Domesticadora de lo Grande – es la puerta del egoísmo, y todos conocemos demasiado bien las cosas tan horribles que un ser humano le puede hacer a otro cuando el egoísmo se encuentra con la sangre fría.
La cuestión es que el egoísmo de los seres humanos viene determinado por el hecho de ser criaturas de sangre tan caliente que ni siquiera saben ocultar su egoísmo de otros hasta que no lo aprenden en los primeros siete años de vida. De ahí que todos sintamos una aceptación mayor del egoísmo de los niños que la que sentimos hacia el de las personas adultas, porque se espera de todos nosotros que después de los primeros siete años hayamos aprendido cuáles son las reglas tribales del juego social en la sociedad a la que ‘pertenecemos’. Es decir, que todos saben que todo el mundo se está ocultando, la única diferencia es de grado, y es esta negación que hacemos del egoísmo que luego aflora perversamente en todas las sociedades como ‘crimen’.
Todos tememos que alguien nos mire con sangre fría, pero todos sabemos lo que es observar cómo surgen pensamientos de sangre fría en nuestra mente mientras interactuamos con otros en nuestra vida diaria. Hasta que no aprendas a contemplarte a ti mismo con la sangre fría y el desapego que te da el vivir rendido al mandato de tu propia forma, no puedes reconocer que por mucho que puedan dar de sí las relaciones humanas, hay algo que ninguna de ellas te podrá dar jamás; a ti mismo.
La conciencia individual que es posible cuando la mente permite el ‘despertar’ ha de estar enraizada en la continuidad de la relación que puedes tener contigo mismo a través de tu propia personalidad, que es el elemento que te vincula a tu propia forma más allá de todas las circunstancias. Al establecer una relación consciente contigo mismo dejas de buscar maneras de encajar en vínculos homogéneos con otros, y en lugar de sufrir por sentirte desintegrado cuando intentas ser la mitad de algo con otro sobre quien proyectas aquello de lo que crees carecer, te das a ti mismo una oportunidad de aceptar y conocer todo el espectro del modo en que el dualismo fundamental de la vida se manifiesta a través de ti.