Como seres de nueve centros y miembros de una especie en transición, nuestro proceso de maduración varía enormemente de todo lo que hemos observado en las generaciones precedentes, en las que después de alcanzar una cierta edad la vida ya no es nada más que un proceso de deterioro que arrastra la calidad de vida cuesta abajo, tanto en el plano físico como mental.
Como promedio, nacemos todos para vivir una vida que deja atrás las viejas barreras evolutivas marcadas por el Ciclo de Saturno (también conocido como Cronos, el dios del Tiempo), que tarda unos 29,6 años en completar una vuelta al Sol, y se prolonga hasta igualar el ciclo orbital de 84 años del planeta Urano, el regente del nuevo ciclo evolutivo para todos los miembros de nuestra especie.
Son muchos los ciclos que impactan sobre nuestro desarrollo de manera regular, como el ciclo de la Luna que se repite cada 28 días determinando el proceso del tipo llamado Reflector ,pero todas las vidas de los seres de nueve centros están divididas en tres etapas fundamentales que marcan profundamente la perspectiva general que tienen acerca de la naturaleza de las cosas.
La primera etapa dura desde el nacimiento hasta alcanzar aproximadamente los 30 años de edad– el 1er Retorno de Saturno– en la que fundamentalmente el cordón umbilical psicológico que nos separa de la madurez se corta definitivamente desde el propio fuero interno. Este es el primer paso hacia la toma de responsabilidad sobre la propia vida. Hasta llegar a este punto todo ha sido una especie de ensayo dentro de los márgenes trazados por tu propia subjetividad. Este es el momento en que eres TÚ, y nadie más, quien pagará en adelante cada vez que te equivoques.
Este paso provoca un nuevo modo de abordar las cosas, en el que nos mantenemos más distanciados y desapegados de todo cuanto ocurre en la realidad exterior del mundo, en un intento de desarrollar un grado mayor de objetividad, y así es como comienza la segunda etapa que durará hasta alcanzar entre 49 y 51 años de edad – el famoso ‘Retorno de Kirón’ (mito del sanador herido) – en la que aprendemos a acomodarnos a las demandas del mundo material acumulando poder y prestigio social. De ser el ‘Observado’hemos pasado a ser el ‘Observador’, y como consecuencia de nuestro desapego aparente aparecen aquellos que parecen estar dispuestos a confiar en nosotros. La cuestión, sin embargo, es si tú estás preparado para realmente confiar plenamente en ti mismo.
La tercera es la más desafiante de las tres etapas, porque depende completamente de lo bien que hayan sido integradas las dos primeras en una perspectiva singular y diferenciada. Sin esa capacidad de integración, toda la naturaleza y su estructura cognitiva comienzan a deteriorarse mientras continúa encontrándose con las mismas cosas que le habían herido en el pasado y que todavía no ha aprendido a manejar con sabiduría e integridad.
Alokanand Díaz del Río