Descripción
Traducido en simultáneo al español por Nadia Soso
Toda mi vida me he preguntado qué diablos es lo que hace que una especie tan inteligente como la nuestra sea tan profundamente incapaz de experimentar lo que podríamos llamar “felicidad” en el día a día, sin mencionar la capacidad de alcanzar el potencial de autorrealización.
Si los místicos de y en todos los tiempos han llamado a este, nuestro planeta, “el planeta del sufrimiento” es principalmente por la paupérrima calidad de la interactividad humana en las relaciones personales.
Durante la mayor parte de nuestra historia como especie, las relaciones fueron una expresión del imperativo genético fundamental de reproducirnos ciegamente llevados por el poder de las hormonas, del que emerge naturalmente la fuerza que sustenta el constructo social que llamamos familia con sus roles inevitablemente homogeneizadores y frustrantes; roles que la mayoría de seres humanos resiente en la vida adulta.
No sólo resentimos esos roles y el modo en que nuestros padres, hermanos y parientes nos los impusieron, sino que también -y más atroz- es el hecho de que la mayoría de nosotros no podemos evitar repetir esos patrones y traspasamos el condicionamiento a nuestros hijos cuando es el momento de hacerlo.
La mejor parte es que nadie es culpable de todo esto, ya que siempre ha sido lo que programa el comportamiento humano explotando la infinita ignorancia y el miedo que individualmente acarreamos en nuestra sombra, particularmente en lo que respecta al sexo y al amor. El sexo y el amor hacen que anhelemos identificarnos con dogmas de cualquier tipo. No es esto algo que necesite más explicaciones, ya que todos conocemos el impacto y la distorsión de tener relaciones insatisfactorias y disfuncionales en nuestras vidas.
¿Qué queda de ti (quién crees ser) cuando tocas fondo? Verás, en Diseño Humano, conocerse a uno mismo no es el fin de las cosas; simplemente es un consistente punto de partida y retorno para el modo en que tu conciencia interactúa con el resto del mundo. Conocerse a uno mismo e interactuar con otros en base a la comunicación de una conciencia diferenciada es una película enteramente diferente; una película en la que el imperativo genético de la reproducción y la percepción de lo que parece estar faltando en ti no son quien conduce, sino que es un sentido del propósito interior que emerge de la corrección con la que vives las leyes mecánicas de tu diseño individual.
Verás, en ningún diseño falta nada, nada que sea esencial para el potencial de desarrollar una percepción diferenciada de la vida. Todo el mundo nace con un rol, una naturaleza, una geometría evolutiva y un conjunto de características humanas. El problema jamás ha estado en lo que somos, sino en el modo distorsionado y homogeneizado en que aprendemos cómo lidiar con la apertura en nuestro diseño, la cual es una expresión de todo lo que no somos.
Por tanto, a menos que vivas tu diseño correctamente, la falta de realización individual es lo único que nuestras relaciones pueden reflejarnos. Culpar a cualquiera de ello es sólo una manifestación de la programación de nuestra ceguera espiritual. Parece que somos demasiado listos para ser felices, demasiado listos hasta para tener una mínima conciencia de nosotros mismos.
A partir de esta perspectiva, cada conexión que haces fuera en el mundo es tan solo un reflejo de algo que está sucediendo dentro tuyo. En otras palabras, a través de la interacción consciente con otros, te potencias a ti mismo para cada vez tener más conciencia de tu propia naturaleza, rol y geometría individual. Este es el único modo de medir cuáles son las conexiones que te acercan a tu verdadero ser y cuáles las que te mantienen en el apego a las dinámicas de tu no ser; esto es algo que cada uno tiene que poder ver por sí mismo.
En esta conferencia voy a mostrar ejemplos que permitirán a los participantes tomar conciencia de la diferencia en sus propias vidas.